Pedagogía

“El rol docente se revela fundamental porque es quien va trazando las coordenadas para que el viaje sea un aprendizaje y no un mero divagar”

Entrevista a Eva Da Porta

 

Misceláneas Educativas entrevistó a Eva Da Porta, referente en Comunicación y Educación. Es Licenciada en Comunicación Social (Universidad Nacional de Córdoba), Magister en Sociosemiótica (Centro de Estudios Avanzados – UNC) y Doctora en Comunicación (Universidad Nacional de La Plata). Además, posee un Posdoctorado en Programa Multidisciplinario de Formación Continua para Doctores en Ciencias Sociales, Humanidades y Artes, “Manuel Castells y la era de la Información” (FCS-UNC).
En el campo de la docencia, es Profesora Titular de Educación con Medios Audiovisuales en el Departamento de Cine (Facultad de Artes-UNC) y Profesora Adjunta e investigadora en la línea de la Comunicación, la Educación y las Nuevas Tecnologías (CEA-FCS-UNC). También es miembro de la Red COMEDU de cátedras y Equipos de Investigación en Comunicación y Educación y miembro de la Campaña Argentina por el Derecho a la Educación y la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación.

 

Desde esta mirada tuya de la Educación desde la Comunicación y teniendo en cuenta que el contexto está en permanente cambio, ¿qué significa acompañar a los estudiantes en esta circunstancia tan particular?

Más que acompañar a las y los estudiantes creo que es un momento de reconstrucción de los vínculos comunicacionales entre docentes, entre estudiantes y entre docentes y estudiantes. De pensar nuevas maneras de reconstrucción de los vínculos intersubjetivos que son fundamentales para ser parte de una comunidad educativa. La situación de aislamiento y la no presencialidad, sumadas a la incertidumbre, el temor, la enfermedad, la crisis social y económica son condiciones adversas para favorecer el estudio, los aprendizajes, la producción de conocimiento. Por eso, es muy importante -con las posibilidades actuales- repensar de qué modo nos vamos a vincular para generar lazos sociales.

En ese marco, las instituciones educativas tienen un enorme desafío que es rediseñar o profundizar todas las formas posibles de vinculación intersubjetiva, la creación de espacios grupales de intercambio, de espacios de encuentro, de debate, de investigación, de extensión y de estudio. El acompañamiento a estudiantes es parte de esas estrategias que creo hay que redefinir o profundizar según sea el caso de cada institución. El acompañamiento en este contexto implica primero reconocer en qué situación están hoy los estudiantes y en qué condiciones estudian, ya que numerosos factores de la vida cotidiana se han transformado. El segundo punto es pensar en las mediaciones didácticas, trabajarlas con una clara perspectiva comunciacional, abriendo canales de diálogo e intercambio. El conocimiento no puede brindarse sin un marco comunicacional que los sitúe como destinatarios e interlocutores de nuestra propuesta. Asimismo, es muy relevante también que el acompañamiento promueva la autonomía y el protagonismo de cada estudiante en su propio proceso de aprendizaje y finalmente, creo que la estrategia más importante en este contexto es aquella que favorezca los trabajos colaborativos y el intercambio grupal porque la red de pares es fundamental no solo para que los aprendizajes sean posibles sino para que se desarrolle la dimensión afectiva, intersubjetiva y vincular, y acompañe esos procesos.

 

Las instituciones educativas acompañan y conviven con transformaciones en los modos de producción, apropiación y circulación del saber que actualmente están fuertemente mediadas por las tecnologías. ¿Qué estrategias podemos pensar desde las escuelas/universidades para promover la reflexión crítica de estas transformaciones?

La producción de conocimiento viene sufriendo, desde hace décadas, profundas transformaciones, entre otras razones, porque el entorno técnico y comunicacional ha ido cambiando los modos de acceso al conocimiento, las formas de generar información y de procesarla, los formatos comunicacionales, los géneros y los lenguajes expresivos. Esto ha puesto a las instituciones educativas frente a un nuevo panorama que hace revisar algunos criterios acerca de cuáles son los conocimientos que hay que enseñar, a qué fuentes darles credibilidad, cómo generar un equilibrio entre la transmisión de una disciplina y la actualización permanente del propio campo disciplinar. Creo que, frente al crecimiento exponencial de contenido que circula en la web, es fundamental que tanto docentes como estudiantes vayan adquiriendo capacidades críticas respecto a esa masa de saberes que se ofrece sin orden, que puedan rápidamente evaluar la calidad de un contenido, que puedan buscar la información adecuada a sus propósitos, que sepan reconocer fuentes confiables, que conozcan las estrategias que la propia comunidad científica y académica les brinda para darles validez y legitimidad a los conocimientos, que sean “curadores” de los materiales que circulan en el sentido de poder reconocer sus cualidades y que conozcan también los modos en que los algoritmos operan en el funcionamiento de la circulación por Internet. Es parte de lo que llamo la alfabetización digital académica, es decir la adquisición de capacidades interpretativas, de lectura en sentido amplio y también de producción del conocimiento con rigor, sustento y reflexividad disciplinar o interdisciplinar. La capacidad crítica se va adquiriendo con el oficio de ser profesor/a y con el oficio de ser estudiante. Por eso, es fundamental hoy que junto con los saberes disciplinares se vayan profundizando también los saberes vinculados a la capacidad de encontrar información, de evaluarla y también de producirla. Las instituciones educativas tienen que favorecer la construcción de categorías analíticas para evaluar la calidad de la información que circula en la red y también el acceso a sitios de resguardo y curadoría de los contenidos como repositorios, revistas especializadas, archivos, etc.,

 

Enfrentar desafíos educativos en pandemia hizo que, como docentes, tuviésemos que generar distintas formas de comunicación y/o utilizar diversas herramientas y estrategias de diálogo con los estudiantes. ¿Qué aspectos positivos deberíamos extraer de esta situación inédita, y cómo continuar trabajándolos a futuro para mejorar las prácticas de comunicación en educación?

La virtualización súbita de los vínculos educativos puso en evidencia, por ausencia, el dispositivo de la clase presencial. Y esto, si bien es producto de una situación penosa, nos permite, por un lado, recuperar y valorar aquello de único que tiene el encuentro entre personas en un espacio como la clase destinado al estudio y en cierta medida separado de otras tareas como el trabajo o la productividad económica. Pero, por otro lado, nos permite revisar algunos dispositivos de enseñanza que no solo tienen que ver con la clase expositiva que puede ser muy provechosa si logra hacer eco en el interés estudiantil, sino con modos muy rígidos y lineales de transmisión del conocimiento que solo esperan que los estudiantes reciban esa información y la reproduzcan de igual manera. La situación de pandemia y la virtualización obligada del vínculo nos deben poner en alerta de no reproducir esos formatos lineales, que le dan un lugar pasivo a quien aprende. El aprendizaje requiere de la actividad de quien aprende, se su interés, de su pasión, de su búsqueda, de su apropiación. Por eso creo que es urgente desterrar modos informativos de enseñar para explorar formas más activas y participativas de nuestros estudiantes. Formas que busquen el compromiso con el aprendizaje, no el mero activismo, es decir llenarles de tareas y actividades por más vistosas que se vean en softwares o aplicaciones digitales. Lo importante es que las actividades que les propongamos los involucren y se sientan parte del proceso de aprender. Por eso, no se trata de qué herramientas usamos, sino de usar las herramientas, entornos y aplicaciones que nos permitan mejorar sus aprendizajes, acompañarlos, guiarlos, ofrecerles nuevos conocimientos a los que no tendrían acceso sin la participación docente. Creo que es el rol docente el que debe revisarse, pero no para desaparecer sino para renovarse, para potenciar la figura de quién enseña en el sentido de incitar el deseo de aprender.

 

Las preguntas recurrentes de los docentes en este último año giran en torno a la enseñanza virtual y las nuevas condiciones que se plantean en el contexto de pandemia. Hasta el momento y según tu experiencia, ¿cuál crees que es el mayor desafío al que nos enfrentamos los docentes a más de un año de esta situación?

Retomando el final de la respuesta anterior, creo que si bien el aprendizaje y el lugar de quien aprende se vuelve central en este nuevo contexto mediado por tecnologías, es también la figura de quien enseña la que debe resignificarse. El rol docente no es solo el que guía los aprendizajes o acompaña al modo de un trabajo de tutoría. El docente es quien piensa, crea, diseña, planifica los recorridos de aprendizaje que realizarán sus estudiantes. Este es un rol mucho más activo que el de quien acompaña. Es un rol intelectual que requiere formación disciplinar específica, pero también didáctica y tecnológica, no en el sentido de procedimientos sino en el sentido de quien puede evaluar con criterio pedagógico y disciplinar los entornos, los contenidos, los materiales disponibles y los puede ubicar en un recorrido ordenado, pero también interesante y posible de transitar por sus estudiantes.

Si pensamos la educación en términos de red productiva de saberes y no en términos de un modelo de transmisión de información de un emisor a un receptor, el rol docente se revela fundamental porque es quien, en esa red infinita de los conocimientos, va trazando las coordenadas, los momentos de tránsito y las paradas, la intensificación de la marcha y los descansos, para que ese viaje sea un aprendizaje y no un mero divagar.

Eva Da Porta

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