Por Santiago Minardi Soria
Abogado y Profesor en Ciencias Jurídicas.
Jueves, 15 de junio de 2023
— Bien, ya vimos que no existe una respuesta única a la pregunta “¿qué es la política?”, pero si tuviéramos que decir para qué sirve la política, ¿ustedes qué piensan? —lanzo la pregunta a una veintena de jóvenes que me escrutan con la mirada.
— ¡No sirve para nada profe! —J. se recuesta en el banco haciendo coincidir su expresión corporal con el profundo desencanto de la reflexión que acaba de hacer—, si los políticos son todos iguales, lo único que hacen es robar.
El resto de los estudiantes hacen silencio.
— Bien… pero pensemos, ¿cómo podríamos hacer para generar cambios en la realidad de nuestra ciudad, de nuestro barrio, de nuestra escuela, de nuestra plaza, de los colectivos que tomamos, de los precios que pagamos?, ¿cómo podemos hacer para participar en esas políticas?
— Y no podríamos, porque todos los que hacen política son ladrones, solamente les interesa ganar dinero para ellos —concluye J. entre las risas de aprobación de sus compañeros más cercanos.
J. es un estudiante de 17 años, participativo, siempre dispuesto a tomar la palabra, a expresar sus puntos de vista.
El contexto de esta conversación que mantuve con un estudiante es la clase de Ciudadanía y Política de sexto año en una escuela secundaria del sudeste de la capital cordobesa.
Tras ese intercambio, tuve la sensación de que mi propósito para esa clase -que mis estudiantes identifiquen la importancia de la política como factor generador de cambios significativos en la realidad de la comunidad en la que viven- comenzaría a diluirse ante la apatía que parecía adueñarse del aula.
Ese mismo día, como habitualmente hacemos durante los últimos 10 minutos de la clase, encendemos un parlante portátil y ponemos música elegida por los estudiantes para escuchar -a un volumen más que moderado- mientras realizan actividades en grupo. La dinámica es simple: durante la clase los estudiantes eligen las dos o tres canciones que sonarán al final.
Al llegar el momento de encender el parlante, uno de los que más entusiasmo suele expresar al elegir y recomendarme canciones, es J. Noté que, tanto J. como varios de sus compañeros, sugerían casi siempre diferentes canciones de un cantante desconocido hasta ese momento para mí: Canserbero.
— Escuche a Canserbero, profe, escuche y preste atención a sus letras, es muy bueno escribiendo barras —me decía J. mientras el resto de sus compañeros se iban al sonar el timbre de salida.
Desde luego que seguí el consejo de mis estudiantes y en la semana siguiente escuché a Canserbero (además de otras sugerencias de lo más eclécticas, como Canibal Corpse, Anuel, Milo J, Dillom, entre otros).
Me llamó especialmente la atención lo certeras que eran las letras de las canciones de este artista. Mientras lo escuchaba busqué su nombre en Internet y encontré datos que resultaron de vital importancia para mi propuesta en la clase siguiente: Canserbero, además de ser compositor y cantante de rap venezolano, había sido un activista político en su país. ¡Ahí estaba la clave para significar a mis estudiantes la idea de comprender a la política en sentido amplio y no solamente ceñida a lo partidario!
Recorté algunas de sus letras para llevar la clase siguiente y conversar sobre su profundo sentido político:
Es que se ha confundido La felicidad con dinero en exceso Mientras la vida se escapa sin retroceso Hoy no se pueden dar besos en lugares públicos Donde sí se puede hacer campaña a los políticos (Fragmento de “Y la felicidad, ¿que?”)
Díganse soluciones no problemas Propongan cosas por hacer, no todo es criticar las fallas del sistema (Fragmento de “De mi muerte”)
No obstante, seguiré diciendo Venezuela Así Hugo Chavez me diga escuálido algún día en cadena Le escribiré un tema de lo que pienso y lo que veo Pues no me importa hablarle feo a quien sea por lo que creo (Fragmento de “Advertencia”)
Al llegar al aula la semana siguiente, comenté a los estudiantes que había escuchado algunas de sus recomendaciones. Y al retomar en el desarrollo de la clase el tema de las distintas formas de ver a la política y su importancia como factor de cambio de la realidad, leí una breve biografía de Canserbero, poniendo sobre relieve su faceta de activista político y la potencia de sus canciones como llamado de atención para visibilizar las problemáticas de su país.
Lógicamente muchos de los alumnos conocían ese aspecto de la vida del artista, por lo que su historia resultó una gran ayuda para resaltar la forma en que la política atraviesa distintas esferas de la vida en común, trascendiendo a lo meramente institucional o partidario.
Continuamos la clase con una actividad en la que contaban con unos minutos para buscar letras de canciones, de cualquier género musical, en la que se hiciera referencia a los elementos centrales de la idea de política (comunidad, consenso, conflicto y poder).
Así fue que en esta experiencia las canciones (en este caso las letras escritas por un artista comprometido socialmente) resultaron un puente, un recurso didáctico sociocultural seleccionado con una finalidad motivadora, para acercar a los estudiantes a un contenido disciplinar específico y abordarlo desde una perspectiva centrada en los alumnos y orientada a su desarrollo actitudinal.
Maravillosa reflexión. Me atravesó la parte de la ultima actividad de la clase atravesada por la música.
¡Felicitaciones! Que buena manera de llegarle a los pibes.
Interesante y creativo recurso para captar el interes de los alumnos, motivarlos y reflexionar sobre la temática.
¡Excelente experiencia! El aprendizaje corre por diferentes caminos, solo hay que animarse a transitarlos.