Pedagogía

Escribir en la universidad como una forma de conversación

Por Emilio Moyano
Profesor y Licenciado en Letras
Especialista en Lectura, Escritura y Educación
Magíster en Cultura y Literaturas Comparadas

Jueves, 8 de junio de 2023

Unos quinientos años antes de la era cristiana se dio en la Magna Grecia la mejor cosa que registra la historia universal: el descubrimiento del diálogo. La fe, la certidumbre, los dogmas, los anatemas, las plegarias, las prohibiciones, las órdenes, los tabúes, las tiranías, las guerras y las glorias abrumaban el orbe; algunos griegos (en cambio) contrajeron, nunca sabremos cómo, la singular costumbre de conversar”.

Jorge Luis Borges

Si bien las historias y las narraciones siempre resultaron útiles para transmitir el conocimiento y la verdad (los mitos griegos o las parábolas de Jesús dan cuenta de ello), quizás es el diálogo el recurso que mayor impacto ha provocado en el desarrollo de la ciencia y el mundo de la investigación. En la obra de Platón, por ejemplo, podemos encontrar al diálogo como una forma embrionaria de investigación filosófica, la cual implicaba preguntas y respuestas entre distintos personajes, como así también, citas y referencias a otros sabios de la época. Se trató de una metodología, conocida como método socrático o mayéutica, que apuntaba a fomentar el razonamiento crítico y el análisis sistemático de las ideas, e influyó notablemente en el desarrollo científico posterior a la antigüedad, sobre todo, al poner en valor la observación, el cuestionamiento y la búsqueda de respuestas que fueran lógicas y evidentes para la demostración.

A falta de una pedagogía de la escritura, a veces nos olvidamos de que las comunicaciones académicas son una extensión de aquellos diálogos platónicos, es decir, que son una forma de discusión. Solo nos guiamos con el criterio de los procesos de argumentación, apoyándonos en “citas de autoridad” con el objetivo de sostener la estructura del texto. En otras palabras, diseñamos los artefactos textuales a partir de múltiples referencias académicas por la sola razón de legitimar nuestra premisa inicial. De esta manera, en lugar de construir un “edificio teórico”, terminamos por plasmar un aburrido catálogo de citas bibliográficas.

Borges reconocía en los diálogos de Platón la base de toda ciencia: “Sin esos pocos griegos conversadores, la cultura occidental es inconcebible”. Con arreglo a esta afirmación, los diálogos platónicos podrían servirnos de modelo al momento de producir nuestros escritos académicos, fundamentalmente, a partir de la estrategia de presentar diferentes puntos de vista y argumentos, a veces opuestos entre sí, y favorecer una conversación teórica en busca de un conocimiento válido y confiable.

Desde esta óptica, podemos considerar la escritura académica como una conversación. Una larga conversación entre autores que forman parte de una tradición colaborativa y acumulativa, y que se extiende desde el mundo antiguo hasta esta contemporaneidad. Todo lo que se escribe dentro de una universidad contribuye al corpus del conocimiento universal. Se suma al trabajo previo de otros investigadores, para citarlos o revisarlos; no solo porque forman parte de un canon puntual, sino porque son relevantes para establecer marcos y contextos y fundamentar nuestras hipótesis. Escribir académicamente significa unirse a una conversación sobre un tema específico, añadiendo nuevas perspectivas y evidencias al material de conocimiento.

Así, la estrategia de citar autores no solo sirve para respaldar las afirmaciones, sino también para indicar la existencia de una conversación en la que nos estamos involucrando, con todo lo que ello implica. El fin principal, por lo tanto, consiste en proporcionar a los lectores la posibilidad de rastrear el origen de las ideas y el progreso de la investigación. Así, se puede responder a teorías y resultados refutando o ampliando el trabajo de otros investigadores, con el propósito de llevar la conversación a nuevos enfoques que enriquezcan el campo de estudio.

En un pasaje del libro They Say / I Say: The Moves That Matter in Academic Writing, Gerald Graff y Cathy Birkenstein (2017) se cuestionan sobre qué pasa cuando un trabajo académico no se plantea como una conversación y aparece como lo que sería un monólogo. Sostienen que si nadie lo discutió, si no hubo comentaristas en el campo que argumentaran en contra o desafiaran su valor, entonces, se correría el riesgo de que ese trabajo no tenga solidez: “…that to give writing the most important thing of all—namely, a point—a writer needs to indicate clearly not only what his or her thesis is, but also what larger conversation that thesis is responding to”, –“para darle a la escritura lo más importante de todo, es decir, un punto o idea central, un escritor necesita indicar claramente no solo cuál es su tesis, sino también a qué conversación más amplia está respondiendo esa tesis“- (20). Volvemos a afirmar, por lo tanto, que la legitimación de un escrito académico proviene menos de la autoridad que poseen las citas que del debate intelectual.

Si reducimos la alfabetización académica a la enseñanza de las características de los textos expositivos, específicamente, a la estructura clásica de hipótesis, desarrollo y conclusión, solo nos estamos enfocando en uno de los aspectos de la cuestión. Tenemos que asumir otros desafíos para obtener nuevos resultados. Un punto de partida es entender la práctica de la escritura en la universidad como una forma de conversación, con la idea de que estamos participando en un debate intelectual y contribuyendo al desarrollo general del conocimiento. En conclusión, tomar conciencia de que nos permite contextualizar, ampliar, validar y fomentar el pensamiento crítico y que, por otro lado, brinda acceso a los lectores para que ellos también puedan interesarse en la conversación y emitir sus juicios (Booth, Colomb y Williams, 2008). Retomando a Borges, debemos recuperar el diálogo para enriquecer la comunicación y el razonamiento, en la medida en que todo diálogo es lo contrario al dogmatismo: “cuando Platón inventa el diálogo es como si él se ramificara en diversas personas; entre ellas Gorgias también, y no sólo Sócrates. Su pensamiento se ramifica; se consideran las diversas opiniones posibles, y de algún modo se reemplaza el dogma” (2005, 183). El diálogo como una manera distinta de reconocer que no todo lo que decimos siempre resultará infalible para los demás.

Referencias bibliográficas
  • Booth, W., Colomb, G. y Williams, J. (2008) Cómo convertirse en un hábil investigador. Barcelona, España: Gedisa.
  • Borges, J. L. y Ferrari, O (2005) En diálogo. Edición definitiva. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
  • Graff, G. (2017) They Say / I Say: The Moves That Matter in Academic Writing. Gerald Graff, and Cathy Birkenstein both of the University of Illinois at Chicago.New York: W. W. Norton & Company, Inc.

Emilio Moyano

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