Pedagogía

¡Qué no se guarden tu clase en el bolsillo!

Luciana Ferro
Médica especialista en Medicina Interna y en Cardiología (UCC).
Docente del Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas de Córdoba (IUCBC).

María Ruiz Juri
Prof. y Lic. en Ciencias de la Educación.
Mgter. en Procesos Educativos Mediados por Tecnologías.
Doctoranda en Ciencias de la Educación (UNC).

Jueves, 20 de octubre de 2022

Cuando en tu clase los alumnos no son los protagonistas, corrés el riesgo de que tu clase transcurra en un bolsillo.

Un suceso muy particular

Hace tan solo algunos años quizás resultaba impensado que un estudiante pudiese estar al mismo tiempo cursando dos clases.

La pandemia sin dudas hizo lo propio y nos brindó posibilidades de estar conectados a través de múltiples plataformas en diferentes actividades. Ahora bien, cuando hablamos de una clase y de poder participar activamente en ella, ¿es factible pensarnos en dos clases al mismo tiempo?

Recientemente nos ocurrió algo muy particular que nos hizo reflexionar mucho sobre esta idea.

En una clase de práctica docente con alumnos de la Especialización en Ciencias de la Salud una estudiante nos comentó que estaba cursando dicha clase, presencial, pero que a su vez estaba en “otra clase” sincrónica virtual. Ante nuestro asombro develamos el misterio advirtiendo que esa “otra clase” estaba en su bolsillo. Así como suena y, en un sentido literal, estaba conectada desde su celular en otra clase, silenciada y sin cámara por supuesto. Tenía la clase guardada en el bolsillo.

Lo primero que le preguntamos era cómo era eso posible, ¿el docente no te consultará nada? ¿No te preocupa perderte el contenido de lo que allí sucede? Las respuestas ante ello fueron muy sencillas: “Es una clase magistral, como todas las otras, muy tediosa y da lo mismo escucharla después o incluso no escucharla. Es como leer el libro”.

Y siguió: “Cuando las veo más tarde, a veces no escucho, voy tomando un print de pantalla de la diapositiva, y voy adelantando lo que dicen, porque están leyendo lo que está escrito”.

Le preguntamos si no tenía miedo de que el profesor le hablara o le preguntara algo y ella contestó: “No me preguntaron nada en dos años”.

Para pensar esta situación, partimos de la premisa que aprender en una institución educativa implica un cambio relativamente estable en las actitudes, comportamientos, modos de ver el mundo. Esto requiere sin dudas prestar atención y luego desarrollar diferentes procesos cognitivos que nos posibilitan profundizar esos conocimientos. Aldana Marcos brinda ciertas claves a los profesores para poder lograr la atención de sus estudiantes[1]. Llamar la atención de manera inconsciente, por ejemplo, cambiando el tono de voz, demostrando cuánto nos gusta y apasiona lo que hacemos y el tema que se está enseñando, moverse y gesticular exageradamente, atrapar la mirada, acercase al alumno, dejarlos que se muevan y de manera consciente, generar curiosidad y utilizar un modo de aprendizaje activo como el Aprendizaje Basado en Problemas, las Clases Invertidas, Aprendizaje Colaborativo y la Gamificación, entre otros[2].

Consideramos importante que el estudiante esté a gusto en el aula y quiera participar activamente en las clases. Ello depende, en gran medida, de que nuestra propuesta didáctica sea una enseñanza poderosa[3]. ¿Qué implica esto? Entre otras cuestiones, lo siguiente:

  • Que dé cuenta de un abordaje teórico actual donde las tecnologías ayudan muchísimo, ya que nos permiten acercarnos a los entornos donde dicho conocimiento se construye y difunde, podemos acceder a las últimas investigaciones, contactarnos con especialistas, participar en debates con colegas;
  • Que permita pensar desde el modo de la disciplina, propiciando un pensamiento que otorgue las herramientas para seguir construyendo conocimiento;
  • Que posibilite mirar en perspectiva y comprender que hay otros modos de abordar determinados temas;
  • Que sea formulada en tiempo presente, lo que implica pensarla en el presente de la sociedad, de la disciplina, de la institución, del grupo específico, de la realidad de la vida de cada uno de los alumnos;
  • Que ofrezca una estructura original, lo que tiene que ver con la inventiva, con pensar, imaginar, soñar y padecer nuevas formas de enseñar. Claro que implica un riesgo, pero vale la pena correrlo. Ser original también conlleva no copiarse a sí mismo, es decir no repetir una y otra vez la misma propuesta por que alguna vez salió de maravilla, sino que implica pensar nuevos modos de tratamiento, de presentar y trabajar los conocimientos, plantear interrogantes para la siguiente clase, de los interrogantes que dejan pensando. Es decir, usar el factor sorpresa como un medio de pensar enseñar de manera que no lo había hecho hasta el momento. Aquí los diversos entornos, software y herramientas tecnológicas para ayudar a imaginar nuevos modos de enseñar.

Finalmente, pensando en una clase como una experiencia que vale la pena vivir consideramos que es importante procurar una enseñanza que conmueva y perdure, con aquellas propuestas que nos ayudan a pensar, a ver en perspectiva, a dejar marcas.

Motivar el deseo de estar en clases

Nos interesaría repensar el valor de “estar en clases” y la importancia de que las clases resulten genuinamente y, al decir de Mariana Maggio[4], experiencias que valgan la pena transitar y disfrutar. En el relato con el que iniciamos este artículo evidentemente esa clase a la que alude la estudiante no requería estar en cuerpo presente, sino que perfectamente se podía escuchar y desgrabar en diferido, lo cual no deja de ser valioso, pero quizás sí se aleje del concepto de clase que queremos transmitir en esta oportunidad.

Compartimos algunos principios que pueden motivar el deseo de estar activamente en clases:

  • Planificar clases tomando en cuenta noticias de actualidad, casos paradigmáticos, datos estadísticos, u otra información que posibilite pensar en tiempo presente.
  • Promover la interacción durante las clases de manera permanente a través del planteo de preguntas potentes, que abran al diálogo y a la reflexión.
  • Hacer sentir parte a los estudiantes y llamarlos por su nombre.
  • Promover actividades colaborativas para que los estudiantes interactúen entre sí.

Para eso hay que pensar y repensar la clase y debemos reflexionar sobre el sentido que queremos darle. Quizás necesitamos contarnos varias veces las cosas para encontrar alternativas, diferentes caminos, distintos sentidos. En ocasiones, necesitamos compartirla con alguien para que “nos preste sus ojos” y nos ayude a mejorarla.

Cuando en una clase los protagonistas son los estudiantes, no querrán guardarla en el bolsillo. Será una clase donde todos aporten y participen, será una clase memorable.


[1] Hernán Aldana Marcos es Dr. en Biología por la Universidad de Buenos Aires, especializado en Neurociencias.

[2] Sobrevivir el aula. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=1TQxM3lpCf4

[3] Maggio, M. (2012) Enriquecer la enseñanza. Los ambientes con alta disposición tecnológica como oportunidad. Buenos Aires: Paidós.

[4] Maggio, M. (2018). Reinventar la clase en la universidad. Paidós.

Luciana Ferro

Maria Ruiz Juri

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