Pedagogía

La Inteligencia Artificial en el aula: ¿un sustituto o un compañero con quien dialogar?

Por Álvaro Colazo
Director de carreras en UBP. Licenciado en Letras Modernas (UNC); Profesor en Letras (UCC). Maestrando en Gestión de la Educación en Entornos Digitales (UBP).

Jueves, 23 de mayo de 2024

Si bien el análisis de datos puede ser útil para la toma de decisiones, creo que el verdadero empoderamiento docente radica en otro lugar. Se trata de ver a la IA como un copiloto, un compañero con quien dialogar, tomar y discutir ideas. Este enfoque no requiere grandes proyectos ni grandes inversiones, es casi una innovación frugal.

Tarasow, 2024

Vivimos tiempos extraños, pero, sobre todo, vertiginosos. Los avances en materia de ciencia y tecnología se dan con tanta velocidad que los profesionales de todas las áreas (sobre todo en la educación) ya no pueden pensar solo en lo que la Inteligencia Artificial (IA) puede ofrecer hoy, sino lo que puede ofrecer dentro de algunos años o incluso meses.

Así, y atendiendo a las consultas e inquietudes de nuestros educadores, el área de Pedagogía de la Universidad Blas Pascal ofrece una serie de conversatorios a las instituciones educativas asociadas, para acompañar a los docentes de todos los niveles en la reflexión sobre esta temática y, por supuesto, acercando herramientas pedagógicas valiosas para repensar el vínculo con nuestros estudiantes a la luz de la IA.

El martes 7 de junio asistimos al Colegio Liceo Militar General Paz para llevar a cabo una charla con el cuerpo docente sobre la incidencia de la IA en la Educación. Si bien el tema domina las conversaciones formales e informales, en todos los ámbitos y estratos sociales, son realmente pocos los que tienen un conocimiento (aunque sea básico) de lo que significa y hacia dónde nos llevan estos avances como sociedad. Cada vez resulta más urgente abordar con consciencia y madurez este desafío junto a todos los profesores de todos los niveles educativos.

Mientras esperábamos que los docentes se acomodaran en la sala, el encargado de los recursos tecnológicos nos comentó, a modo de confesión, la llamativa (o tal vez no) resistencia de muchos profesores, sobre todo los de mayor antigüedad, al uso de las TIC, insumos informáticos, ChatGPT, entre otros. “Ni siquiera se acostumbran a usar el mail institucional” dijo con algo de pesadumbre. Y es que, en un contexto crítico, y por demás complejo para la educación, nuestros profesores y maestros no solo deben lidiar con la falta de recursos, sino también con la abulia de muchos de nuestros estudiantes. El estrés laboral o burnout es moneda corriente en nuestras instituciones, y si a ello se suma la “obligación” cada vez más insistente de aggiornarse a las nuevas tecnologías, todo esto resulta demasiado para el docente acostumbrado a enseñar “a la vieja usanza”.

Pero, mal o bien que nos pese, los tiempos cambian, la educación, la sociedad, las infancias y adolescencias también, y como actores sociales de peso no podemos darnos el lujo de quedarnos atrás. Es imperante asociarnos a las “máquinas” para sobrellevar el aluvión de nuevos y vertiginosos cambios que día a día se siguen produciendo.

En la sala mayor de la institución, y ante aproximadamente 100 docentes de todos los niveles, iniciamos la conversación con tres preguntas fundamentales: ¿La tecnología potencia, mejora, obstaculiza o daña la enseñanza? ¿Tendemos a idealizar o condenar los fenómenos tecnológicos emergentes? ¿Por qué es importante que hablemos de la Inteligencia Artificial y su impacto en la Educación? Estos cuestionamientos nos permitieron abordar el primer concepto clave: el mediocentrismo que implica el optimismo o pesimismo tecnológico que coloca a los medios y las tecnologías en el eje de la relación, dotándolas de un poder exagerado, ya sea para destruir o construir. Pero lo cierto es que, según la UNESCO[1], la responsabilidad es tanto de los dispositivos/tecnologías como de los usuarios. Y allí, en los usuarios, es donde la educación entra a jugar con fuerza.

Tras una breve disertación sobre la IA, sus aplicaciones en la vida diaria y en las ciencias y los beneficios en el ámbito educativo, abordamos la principal preocupación de los docentes presentes: la cuestión ética y los aspectos a temer. Este asunto no se rinde solo ante el riesgo de plagio (“mis estudiantes se copian en el ChatGPT”, “ya no puedo evaluarlos porque la máquina responde por ellos” y otros lugares comunes), sino que también debemos estar atentos a los sesgos, las decisiones arbitrarias, las huellas y burbujas digitales, y a las cada vez más frecuentes deepfakes, contenidos audiovisuales falsos increíblemente realistas creados por la IA.

Una regla de oro del uso de la IA generativa es “no le hagas hacer a la máquina algo que tú mismo no puedas hacer” ya que conlleva riesgos graves. Las respuestas, muy a menudo, no son verdaderas, sino verosímiles, y eso es algo a prestar atención, ya que la transposición didáctica puede ponerse en serio peligro.

Pero, si el temor más grande es el plagio, entonces eso quiere decir que el problema dice más de los exámenes y tareas escolares que de las IA. Pedimos a los estudiantes que sean críticos y reflexivos, ya que las IA no lo son, pero ¿actuamos de forma crítica y reflexiva en nuestras instancias evaluativas? Esta pregunta sobrevoló la sala y generó murmullos de interés, aprobación, pero también, valga decirlo, reprobación. Quizás haya llegado el momento de repensar nuestras prácticas y evaluaciones, porque la misma realidad nos lo exige.

La charla continuó con el abordaje de herramientas de IA para el docente que no son tan conocidas (Copilot, Eduaide, Megaprofe, To-teach, entre otras) y algunos ejemplos de prácticas educativas con la IA como aliada y no sustituta. Para tranquilidad de los presentes remarcamos otra regla de oro de la problemática y sus desafíos: resulta casi imposible imaginar que la IA se adueñe de cuatro características que, como seres humanos y sociales, poseemos: pensamiento crítico, curiosidad, creatividad e imaginación. Los argumentos sobran.

Cerramos la charla con un breve debate a partir de una imagen: la huelga que en 1988 llevaron a cabo los profesores de matemáticas estadounidenses protestando por el uso de las calculadoras en las escuelas. La analogía es evidente, pero el temor y el rechazo a “lo nuevo” surgen con cada avance científico, como si la historia tendiera a repetirse.

Por supuesto, que estas novedades deben recibirse con mucho criterio y, sobre todo, lucidez e inteligencia. Solo así nos aseguraremos de que algún día, la IA sea una compañera con quién dialogar; una aliada, no un sustituto.

Mientras más y más inteligencia artificial esté entrando en el mundo, debe entrar más y más inteligencia emocional a nuestros líderes”

Amit Ray

[1] AAVV. (2023) La inteligencia artificial: ¿Necesitamos una nueva educación? UNESCO. Educación 2030.

Álvaro Colazo Colazo

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