Pedagogía

El alumno adulto y la tecnología

¿Las personas adultas se excluyen, o son excluidas del mundo tecnológico?

Sonia Leuzzi / Especialista docente de nivel superior en educación en contextos de encierro. Docente especializada en educación de jóvenes y adultos. Ex inspectora de educación de adultos y formación profesional. Alumna de la Licenciatura en Gestión de Instituciones Educativas, Universidad Blas Pascal.

Todos sabemos que el mundo cambia a un ritmo cada vez más acelerado y que para vivir en él debemos adaptarnos a lo que esto implica.

También comprendemos que cada generación posee características propias para afrontar los aprendizajes requeridos para tal fin, aprendizajes que, son impactados por la tecnología permanentemente. Pero pocos, somos realmente conscientes de que asistimos a un escenario que, si bien se transforma para todos en general, conlleva procesos muchos más complejos para los adultos en particular. Esto se debe a que una persona que transita su adultez posee una trayectoria de vida que se ha desarrollado en un ámbito poco cambiante y con mínimos recursos tecnológicos. En este punto cabe preguntarnos como educadores: ¿Comprendemos la magnitud de lo que significa la tecnología en la vida de un adulto y su impacto en su proyección inmediata?, ¿O sólo creemos que utilizando las tecnologías en el aula estamos abordando esta situación y dando una respuesta pedagógica que responde a las necesidades de este grupo etario?

Como docentes nos hemos capacitado y seguramente nos seguimos formando en el uso de las nuevas tecnologías; además de experimentar en nuestras vidas cotidianas, la necesidad de adquirir herramientas en forma constante, para poder trabajar, participar, gestionar, conocer, disfrutar, producir, socializar; en síntesis, para “poder ser” en este mundo y no sólo “habitarlo”.

El Dr. Pere Marqués (2012), sostiene que es un hecho que las nuevas generaciones asimilan de manera natural esta nueva cultura, y para nosotros, los adultos, implican esfuerzos de formación y de adaptación. Pere Marqués también menciona la necesidad de “desaprender” cosas que ahora “se hacen de otra forma” o no sirven. Seguramente esta situación, que se visualizó aún más con la pandemia, nos interpela hoy a pensar qué le pasa a un adulto cuando se da cuenta que para vivir necesita utilizar la tecnología o, de lo contrario, está condenado a perder su independencia.

En este contexto, algunos adultos se resignan a depender de sus hijos y/o nietos en tareas que hacían personalmente y hoy demandan el uso de tecnologías, lo que significa un retroceso en sus vidas con los aspectos negativos que esto acarrea. Otros, se enojan y resisten a este escenario con mucho esfuerzo y desgaste, ganando algunas batallas, pero desistiendo al poco tiempo con tristeza y amargura al “no poder” con las distintas situaciones. Y muchos, reconocen los beneficios que le ofrecen las nuevas tecnologías y están dispuestos a ingresar al mundo tecnológico; aunque en numerosas ocasiones se frustran y abandonan al encontrarse con docentes que intentan enseñar un universo tecnológico sin tener en cuenta que este mundo nunca fue habitado por el alumno adulto.

Esta última circunstancia es común que suceda, de igual manera cuando cualquier persona intenta explicarle a un adulto el uso de una tecnología sin considerar que estamos en presencia de un nuevo aprendizaje y además que la persona que aprende no posee el andamiaje que las generaciones más jóvenes poseen, sólo por su trayectoria de vida.

También podemos encontrar algunas excepciones con adultos que tuvieron acceso a la tecnología y se interesaron, logrando incorporarlas en sus vidas de distintas formas; lo que les trae aparejado una mayor la calidad de vida.  

Es por esto que, como docentes, debemos comprender claramente lo que significa para un adulto sentir que su “supervivencia” depende cada vez más, de la tecnología. Cuestiones como cobrar en un cajero automático, pedir un turno al médico, reclamar un medicamento, hacer el pedido al supermercado, etc.; requieren herramientas tecnológicas. Los especialistas aseguran que no poder acceder a resolver situaciones cotidianas a partir de la inclusión de tecnología acarrea una significación psicológica negativa que impacta en todos los ámbitos de la vida de una persona.

De esta manera, el desafío como educadores de cualquier nivel educativo hoy, es tener consciencia de lo que implica para un adulto vivir en este escenario, sus miedos, sus frustraciones, sus necesidades y, sobre todo, lo que significa acceder a herramientas que le dan independencia y calidad de vida.  

Cuestiones a tener en cuenta como educadores de adultos

Si pensamos en las cuestiones que se deben tener en cuenta como educadores de adultos, podemos sugerir, en una primera instancia, aplicar la empatía desde el primer contacto con el alumno, para conocerlo y comprender su contexto. De esta manera, cualquier diagnóstico traspasa su límite formal y nos acerca a una información fundamental y necesaria no sólo para partir de sus saberes previos, sino que también nos habilita como docentes para planificar un acto educativo que sea adecuado. Muchas veces, el hecho de no visualizar el contexto desde las cuestiones concretas hasta las subjetividades que atraviesan la vida adulta, hace que no se logren los objetivos educativos propuestos.

Otro aspecto consiste en tener en cuenta el dinamismo que implica tanto los cambios tecnológicos como las situaciones de la vida adulta, hecho que sin duda nos interpela en la constante elaboración de estrategias innovadoras y flexibles que acompañen los procesos de aprendizajes y no los dificulten.

Finalmente, es importante al lograr un nuevo conocimiento, transmitir la inquietud de continuar aprendiendo en un ambiente cálido y de respeto; esto brindará a los estudiantes herramientas para afrontar las nuevas necesidades de aprendizaje. Nunca nos olvidemos que este alumno adquirió conocimientos que en ese momento eran considerados necesarios para toda la vida y, ahora, debe aceptar que todas las personas siempre tendremos la necesidad de seguir aprendiendo

A modo de cierre

Para los educadores de adultos el desafío es grande, invitar, motivar y promover ser parte del mundo tecnológico; y para los educadores de los otros niveles y modalidades el desafío es aún mayor, ya que no sólo deben seguir incorporando a sus alumnos a las nuevas tecnologías, sino también deberían tener en cuenta que sus alumnos provienen de familias cuyos adultos transitan distintos procesos tecnológicos que no sólo deben respetarse, sino que deben ser tenidos en cuenta para contextualizar el acto educativo sin provocar una exclusión “indirecta”.

Así, siendo respetuosos, conscientes de las características y de las implicancias de la tecnología en la vida adulta, podremos crear las condiciones para diseñar alternativas pedagógicas acordes al mundo de hoy; teniendo en cuenta que este proceso no se desarrolla de la misma manera que en los otros grupos etarios.

Se podría decir, que, si pretendemos que el alumno adulto construya un aprendizaje tecnológico tenemos que partir de la simple premisa que “lo obvio no es tan obvio”.

En consecuencia, si queremos que la educación sea promotora del progreso, además de garantizar el acceso a la tecnología para todos, debemos comprender lo que esto significa para una persona adulta. Sólo así seremos capaces de crear espacios de aprendizajes tecnológicos adecuados que permitirán, a través de una propuesta pedagógica, el desarrollo pleno en la vida como persona adulta.

Tenemos una responsabilidad como docentes y debemos cumplirla, desafiando nuestras propias limitaciones que nos permiten darnos cuenta de que siempre hay algo nuevo que aprender y que, por dificultoso que nos pueda parecer, siempre merece la pena intentarlo.

Referencias:

  • PERE MARQUÉS, Graells. Impacto de las TIC en la Educación: Funciones y Limitaciones. Revista de investigación Editada por Área de Innovación y Desarrollo, S.L. Departamento de Pedagogía Aplicada – Facultad de Educación Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). 2012

Sonia Leuzzi

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