Pedagogía

Cinco consejos para desarrollar hábitos de lectura

Por Lic. José Heinz
Periodista, escritor, editor y gestor cultural

Fuente: https://unsplash.com/

La lectura es un ejercicio que presenta muchas aristas positivas: nos entretiene, nos ayuda a comprender mejor, cuestiones pragmáticas de la vida y otras más abstractas, funciona para conectar ideas y, también es justo reconocerlo, nos otorga cierto status, un aire de respeto frente a otras personas. Digamos que presenta muchos beneficios, pero al igual que las dietas, si bien somos conscientes de su importancia, es habitual encontrar alguna excusa para no llevarla a cabo.

Tanto un lector ocasional como uno profesional reconoce que le gustaría tener más tiempo para leer. Las razones están a la vista: la producción editorial es abrumadora, las novedades atienden a muchas clases de lectores, y ese aluvión de títulos, sumado a los clásicos que nunca pudimos atender y a nuestras obligaciones cotidianas, hacen que siempre queden muchos libros en el tintero, a la espera de ese rato anhelado para poder encontrarnos con él.

Sin embargo, hay maneras muy sencillas de aprovechar el tiempo para poder desarrollar un hábito de lectura más profundo. A continuación, van cinco consejos para leer más y mejor.

1. Encontrar un lugar ideal. Es importante encontrar el tiempo y el espacio indicados para dedicarle a un libro. Es difícil concentrarse cuando hay mucho ruido o estímulos alrededor (eso incluye, desde luego, las notificaciones del smartphone). ¿En qué momento del día estamos más tranquilos y relajados? ¿A primera mañana, después del almuerzo, antes de irnos a dormir? ¿Tengo un sillón cómodo para leer sin distracciones? Si ninguna de estas preguntas encuentra una respuesta inmediata (sea porque estamos demasiado ocupados o porque nunca pensamos en un rincón de nuestra casa dedicado al ocio o a la simple contemplación), tal vez debamos resolver eso primero antes de meternos de lleno con la lectura.

2. Leer lo que nos gusta. Dedicamos demasiado tiempo de nuestras vidas a actividades que nos aburren o que nos cuestan por razones obligatorias. La lectura no debería ser una de ellas. Por más elogios o pergaminos que ostente un libro, si no nos engancha, lo mejor es dejarlo y pasar a otro. Total, siempre se podrá volver a él, en otro momento de la vida. Leer algo que no nos produce placer o algún tipo de aprendizaje es perder el tiempo. Hay millones de libros en el mundo y, entre ellos, muchísimos que sí van a ir de la mano de nuestros intereses: a ellos hay que apuntar.

3. Aprovechar los tiempos muertos. Suena como algo obvio, pero con la llegada de los smartphones, los libros han perdido mucho terreno en las salas de espera o los viajes en transporte público. Los tiempos muertos son excelentes para leer: nos abstraen de ese lugar, nos llevan a otros mucho más interesantes, nos permiten aprovechar ese vacío de una manera útil y entretenida. Siempre es bueno salir de casa con un libro en la mochila o el bolso.

4. Visitar librerías. Más allá de ser locales para comprar libros, las librerías suelen ser pequeños paraísos para los amantes de la lectura por su estilo y su clima cálido y silencioso, como un refugio del bullicio exterior. Si bien uno puede estar al tanto de las novedades editoriales a través de internet, la visita a una librería puede ser mucho más placentera, con su recorrido por los estantes y las recomendaciones de los libreros. Además, en un vistazo podemos encontrar un título que ni sabíamos que existía y que responde a alguno de nuestros intereses. El paseo por una librería es quizás la segunda mayor tentación para un lector (la primera es chusmear una biblioteca ajena, siempre y cuando su dueño sea un prestamista generoso).

5. Prestar libros. Directamente relacionado con esto último, prestar libros también fomenta la lectura. Hay muchos lectores que no lo recomiendan, por la posibilidad de perder ese mínimo tesoro en manos de otro a quien tal vez no volvamos a ver. Es un riesgo, sí, pero la recompensa puede ser mucho mayor que perder un libro (que se puede recuperar en internet, al margen del valor sentimental de esa edición específica). Prestarse libros también es producir un intercambio, es la promesa de una charla futura sobre ese libro, un debate amistoso, un ida y vuelta de ideas con ese lector. Ese pase de manos entre personas (lo ideal es que sean entusiastas y comprometidas, claro) crea un ecosistema de lectores que probablemente nos genere más ganas de leer y compartir. Y eso tiene más valor que un libro perdido.

Jose Heinz

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