Pedagogía

“La educación virtual es la única forma plena para realizar el derecho a la educación”

Entrevista a Claudio Rama Vitale

Misceláneas Educativas entrevistó a Claudio Rama Vitale (Montevideo, 1954), ensayista, economista y profesor uruguayo, especializado en temas de gestión y políticas de educación superior de América Latina. Investigador, profesor y consultor en diversos temas de educación superior, especialmente en América Latina y el Caribe. Actualmente es Director Académico de la Universidad de la Empresa (UDE) del Uruguay, Director del Observatorio de la Educación Virtual en América Latina y director del Doctorado de Educación Superior Universitaria (UAI, UA, UNRN) de Argentina.

Fue director del Instituto Internacional de Educación Superior para América Latina y el Caribe (IESALC) de UNESCO, Rector del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) de Ecuador. Fue Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales. También dirigió el Sistema Nacional de Televisión de Uruguay – Canal 5, el Instituto Nacional del Libro y fue vicepresidente del SODRE (Servicio Oficial de Difusión Radio televisión y Espectáculos) del Uruguay.

Concluyó estudios de Economista (UCV y UDELAR); Postgrado en Derecho de Autor (UBA); Postgrado en Propiedad Industrial (UBA); Especialista en Marketing (UCUDAL); Especialista en Telemática e Informática para la Educación a Distancia (UNA); Magíster en Gerencia de la Educación (UJMV); Doctor en Ciencias de la Educación (UNESR); Doctor en Derecho (UBA); y cuatro investigaciones de nivel postdoctoral.

Su trabajo académico se centra en la educación superior y se soporta en un enfoque comparativo regional a nivel de América Latina y el Caribe; mediante un análisis interdisciplinario desde varios campos analíticos (educación, economía, derecho, propiedad intelectual, historia, tecnologías de la comunicación y la información). El centro de sus investigaciones se localiza en las interrelaciones entre los cambios sociales y las múltiples transformaciones de la educación en América Latina en las diversas áreas de la educación superior. Ha sido considerado como un “universitólogo” especializado en la dinámica y el funcionamiento de las universidades y de los sistemas universitarios de América Latina y el Caribe.

 

En una entrevista al diario La Nación en mayo de 2019, usted aseveró una idea muy significativa: “la educación a distancia es una forma de libertad”, sin saber que casi un año después toda la educación del planeta se desenvolvería de esa manera, en todos los niveles del sistema educativo. En este momento, en el que tenemos limitaciones a nuestra libertad en muchos sentidos, ¿qué valor cobra esa afirmación que usted hizo?

Toda educación es un camino a la libertad ya que crea competencias que permiten mejorar las expectativas y posibilitar mejores desarrollos futuros. La educación siempre es en este sentido un espacio de libertad ya que además aumenta nuestra capacidad de analizar las realidades y comprender el entorno en el cual vivimos. La historia de la humanidad es un avance hacia la libertad de las personas y ello está asociado directamente al mejoramiento del conocimiento y de la formación de las personas. La educación a distancia es una forma superior de libertad ya que no está sujeta a nuestra movilidad o a determinados costos de traslado o de disposición de tiempo. Cuando más tenemos opciones de escogencia, tenemos mayor libertad. La educación presencial implica menos grados de libertad de la educación presencial.

Hoy si bien podemos tener limitaciones a la libertad de movimiento, ellas son decisiones nuestras porque sabemos que es el mejor mecanismo para enfrentar la pandemia con la distancia física. La pandemia no impacta en la misma dimensión que antes por el aumento del conocimiento y del acceso a la información que tenemos hoy y ello es gracias a los sistemas educativos. La incertidumbre frente a la pandemia de los aborígenes americanos era por falta de conocimiento de cómo los invasores españoles traían también enfermedades frente a las cuales no habían generado sistemas inmunes. Hoy 500 años después, nuestra incertidumbre es muy baja, ya que sabemos cómo protegernos, lavarnos las manos, usar barbijo y mantener distancia, aun a pesar de no tener una vacuna, y además en apenas un año ya estamos en la puerta de la aprobación de nuevas vacunas en tanto mecanismos para resolver las limitaciones a la libertad física que nosotros mismos nos hemos impuestos para nuestra preservación. Las personas que no lo cumplen no es por desconocimiento, sino por irresponsabilidad. La gente sigue fumando, a pesar de que está totalmente demostrado que le hace mal y ello incluso no siempre está asociado a la educación.

Hoy se está perdiendo libertad porque miles de personas no están realizando sus estudios, pero ello es resultado que no les hemos dado la libertad a las personas y a las instituciones para que puedan estudiar a través de sistemas de educación a distancia. Sin embargo, en esta materia en pocos meses hemos avanzado, en parte hemos recuperado, años de atraso. Atraso por las resistencias de grupos de interés y atraso por paradigmas sin sustentación científica.

 

En estos seis meses de pandemia y educación virtual usted ha escrito y reflexionado la pandemia como oportunidad, ¿qué aspectos considera usted que se vieron fortalecidos en las prácticas de la enseñanza y en el aprendizaje de nuestros estudiantes?

La pandemia es sin duda una crisis y con ello una desgracia para millones de personas que han perdido empleo, ingresos y muchos de ellos incluso la vida. Es una enorme disrupción social y económica que a mi criterio cerrará un ciclo social y abrirá otro. La acepción de la definición de crisis para los chinos es igual a cambio y, por ende, oportunidad. Las crisis siempre han implicado un cambio, una disrupción en la sociedad, y especialmente en la economía y las formas de hacer las cosas, y marcan el punto de corte entre prácticas y dinámicas del pasado que ya no tienen viabilidad y el inicio o el aceleramiento de nuevos escenarios y caminos. La pandemia, más allá de los impactos en todos los sectores de la vida social, impacta más marcadamente en los sectores tradicionales, analógicos, con peores sistemas de gestión, poca pertinencia a las necesidades reales y una escasa articulación a sus clientes, consumidores o proveedores de servicios. Y dominantemente impacta (salvo en el rubro de aviones y turismo) en los sectores menos articulados a las nuevas dinámicas tecnológicas digitales de funcionamiento de los mercados ni a las reales demandas de la sociedad. Incluso afecta más fuertemente a las empresas más ineficientes en la prestación de los servicios y productos, a aquellas con tecnologías más simples y con escaso valor agregado. En nuestras sociedades los sectores menos eficientes son aquellos más tradicionales, de más uso de mano de obra con menos capacitaciones y con menos incorporación de tecnologías al estar lejos de la frontera tecnológica en las prestaciones de sus bienes y servicios a los consumidores.

En educación pasa lo mismo que en los otros sectores, y están siendo afectadas más intensamente las dinámicas educativas con escasa intensidad en el uso de tecnologías de información y comunicación en la gestión, en el seguimiento de los alumnos, en las ofertas a distancia, en las características de los recursos de aprendizaje, en los sistemas de evaluación y en el uso de sistemas sincrónicos y asincrónicos en red. El impacto será mayor donde existe una educación burocratizada en exceso, con sobrecarga de docentes, con aulas saturadas, bajos resultados de aprendizaje y reducidas tasas de titulación.

 

Teniendo presente su afirmación “la educación a distancia es un derecho fundamental, ya que viene a romper el modelo único de aprendizaje”, ¿cuáles son los principales aprendizajes y recursos que el nivel universitario puede recuperar de estos nuevos escenarios, experiencias y tendencias?

Es necesario insertar la reflexión en que estamos inmersos en una nueva revolución tecnológica desde los años 70 caracterizada por su componente digital, que está produciendo una enorme disrupción socio económica y transformando completamente la tradicional base productiva, económica y social, y también educativa y de los derechos humanos. La microelectrónica barata, la conectividad a través de internet con cables submarinos o satélites de comunicación inalámbricos sustentan redes digitales como basamentos de un nuevo ciclo económico que abre nuevos desafíos y oportunidades a las sociedades y las personas.

La educación está en el centro de estas mutaciones y especialmente la educación virtual. Es sin embargo una transformación que también impacta a la educación presencial que se virtualiza con plataformas de apoyo, simuladores y laboratorios informáticos, sistemas de gestión automatizados en red y recursos de aprendizaje digitales.

Todo el mundo está inserto en esta transformación digital y también América Latina. Hay ya 437 millones (2018) de internautas en la región con una tasa de penetración del 67% de la población total; 459 millones de líneas de celulares con una penetración regional del 71% y las conexiones en banda ancha alcanzan al 58% de la población, que en promedio gastan el 2% de los ingresos mensuales para contratar un servicio de banda ancha fija de 1Mbps. Si lo vemos por número de hogares conectados a Internet en la región, su participación superó el 43,4% del total en 2015. Sin embargo, la educación virtual no está acompañando estas transformaciones en las infraestructuras dado que la disrupción digital en el mundo universitario está altamente retrasada por múltiples políticas públicas y paradigmas ideológicos, que con ello niegan el derecho a miles de personas a educarse y dotarse de mejores oportunidades de vida.

No se comprende y asume cabalmente que no estamos solamente frente a un cambio tecnológico, sino ante una nueva generación de derechos humanos, asociados al acceso a Internet, a la banda ancha, a la conectividad, a derechos de propiedad intelectual en el ámbito digital, a la privacidad en la red, al teletrabajo y con ello a nuevas oportunidades de trabajos profesionales y de actividades sociales gracias al acceso en red al conocimiento y la formación superior.

Son incluso estos nuevos derechos, un resultado de brechas socio – digitales que se crean y desarrollan y distancian permanentemente entre nativos y migrantes digitales con cada nuevo avance tecnológico digital creando y manteniendo fuertes desigualdades cognitivas y brechas socioeconómicas.

El nuevo ciclo tecnológico y económico crea nuevas divisiones y brechas sociales que derivan en esta cuarta generación de derechos humanos correspondientes al mundo digital, que propende a la superación de las nuevas desigualdades sociales al democratizar el acceso al mundo virtual. Históricamente las sucesivas generaciones de derechos humanos en materia educativa buscaron responder a las exclusiones que las sociedades y sus cambios tecnológicos generaron. La primera generación de derechos humanos planteó el derecho a educarse y a enseñar y se cristalizó en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano que caracterizó las banderas de la revolución francesa como espacio de democratización.

Posteriormente, con el desarrollo de los Estados, irrumpió una segunda generación de derechos humanos que en el campo educativo planteó la necesidad del apoyo del Estado, con políticas sociales, para permitir viabilizar el acceso a la educación y con ello cumplir la realización de este derecho fundamental. Las políticas del Estado Docente, de gratuidad, autonomía y de regulación, fueron los mecanismos para permitir una oferta acorde a la realización de esos derechos fundamentales. Con la internacionalización de nuestras sociedades, irrumpió una tercera generación de derechos educativos centrados en el acceso en la calidad y la educación global, en tanto las asimetrías constituyen limitaciones que vulneran esos derechos fundamentales. La movilidad educativa internacional y el libre acceso sin restricciones al conocimiento global, así como la búsqueda de reducir las asimetrías de formación entre los distintos países fue la expresión de esta generación de derechos.

En el marco de la actual revolución tecnológica digital y la generalización de sociedades digitales en red, irrumpió una cuarta generación de derechos humanos centrados en el acceso igualitario a la sociedad digital. Ellos refieren a los derechos digitales, y remiten al derecho de acceso a Internet y a la sociedad de la información en condiciones de igualdad y no discriminación, de formarse en las nuevas tecnologías digitales, así como del derecho a la privacidad y a la seguridad digital, a un mínimo de conectividad y de acceso de banda ancha público, o incluso al derecho a una formación básica de las competencias informáticas e informacionales.

Todos ellos se constituyen en componentes para la propia realización de los derechos humanos fundamentales en tanto derechos de cuarta generación. En este marco, el acceso a la educación virtual en toda su amplitud es un nuevo derecho educativo y humano. No refiere sólo al derecho a una educación digital, sino de calidad, y reconoce que la educación presencial tiene limitaciones para permitir la realización del derecho de una educación de calidad para todos, ya que es un bien excluyente por definición -porque dos personas no pueden sentarse en la misma silla-. La educación presencial no es de hecho un bien público, ya que el consumo de uno tiende a excluir el consumo de otro por las características técnicas del servicio. En tal sentido, la educación virtual es la única que puede ser vista –técnicamente– como una educación para todos y por ende como un bien público, por lo que su acceso se debe constituir en un objetivo político de primera importancia. Más allá de las limitaciones de cobertura de Internet, ancho de banda, conectividad y equipamientos, es más viable que los avances y el abaratamiento en estas materias permitan al 100% de las personas estudiar desde su ámbito cosas que nunca pasará con la educación presencial.

El acceso presencial, el requisito de cercanía y la imposición de determinados momentos educativos, se constituyen en limitaciones para el pleno ejercicio del derecho a la educación. La educación virtual, en tanto servicio que llega a todas partes a través de la red constituye el único que permite, al ajustarse a las particularidades de las personas, cumplir el efectivo ejercicio del derecho a la educación.

La educación presencial no permite realizar el derecho a la educación, sino que lo limita y restringe. No sólo tiene costos mayores directos e indirectos, sino que constituye un servicio que se brinda con limitaciones para las personas en términos de los lugares y tiempos donde se brinda, y que impacta negativamente según las características socioeconómicas de las personas. La educación virtual, no sólo es aquella que mejor permite el acceso de las personas con limitaciones sociales o personales, sino que es el servicio educativo que permite realizar plenamente el derecho a la educación. La educación virtual no es una diferenciación institucional derivada de la revolución tecnológica digital, sino que es la única forma plena para realizar el derecho a la educación.

El acceso a la educación virtual se constituye en el único potencial bien público educativo ya que su consumo o acceso personal no excluye el acceso de otras personas. El derecho a la educación en línea es a su vez más amplio en sus derivaciones e implica también el derecho a acceder a las obras intelectuales en el ámbito digital, el derecho de estudio a nivel internacional a través de la red, el derecho a acceder a bibliotecas y repositorios virtuales públicos o globales.

El derecho a la educación solo tiene sentido si es un derecho a la educación virtual, no sólo por ser más amplio y democrático, sino a la vez más ajustado a las particularidades de nuestra sociedad digital y en red. Hay un viejo ADN universitario presencial y analógico que se debe cambiar ante el nuevo mundo digital para permitir la democratización de la educación superior y el aumento de la libertad de las personas.

 

Más allá de la trayectoria que posee la educación a distancia en el mundo y en países de Latinoamérica, continúa habiendo un “descreimiento” (afortunadamente cada vez menor) acerca de la calidad de esta modalidad por parte de algunos actores del sistema educativo. ¿Cuáles serían los argumentos que usted plantearía ante esta dicotomía?

Es un tema de lucha de intereses, de paradigmas intelectuales, de estructuras de poder, de marcos legales, etc., que son las variables que siempre determinan las resistencias a los cambios de ciclos y de épocas. El abaratamiento de los costos, la mayor capacitación de competencias digitales, el aumento de la conectividad de las sociedades, los cambios que el sistema político genere en las normas, serán las variables en este proceso, pero quienes más pierden cuanto más se retrasen los cambios, serán los estudiantes, las sociedades y los espacios de mayor libertad y de oportunidades colectivas.

Tradicionalmente desde la revolución francesa se han planteado dicotomías, en tanto divisiones en términos políticos. Primero entre derecha e izquierda. Más recientemente en algunas sociedades se han estructurado nuevas polarizaciones estructuradas de la política entre un enfoque regulador y estatalista, frente a enfoques que se centran en la libertad y el desarrollo de políticas. Mientras que unas faciliten la libre iniciativa y la desregulación de las limitaciones desde la acción del colectivo sobre las libertades individuales, las otras proclaman lo público por encima de lo individual y cuyas fronteras siempre tienden a preferir lo colectivo. Otros enfoques también tradicionales han tendido en poner las fronteras políticas e ideológicas entre enfoques nacionalistas y enfoques internacionalistas: en tanto que unas revalorizan la nación como centro de la política pública, otras valorizan lo internacional como espacios competitivos, de desarrollo y de impulso a la modernidad. Hay también un enfoque que distancia y diferencia entre una atención a lógicas conservadoras frente a lógicas modernas. Sin embargo, lo conservador y lo moderno hoy tienden a estructurarse alrededor de la centralidad de las políticas frente a la disrupción digital. Lo moderno en la política es lo digital, en las opciones de las competencias en educación, la demanda de conectividad, el acceso a la libre información, la educación de calidad para todos, los empleos con mayor valor agregado en red, las empresas de alta tecnología, la formación que incorpora competencias digitales, los espacios de teletrabajo, de accesos a los servicios como telejusticia, gestión digital o teletrabajo. Ello pone los ejes en una nueva dicotomía entre sociedad digital y sociedad analógica, entre sociedad digital y sociedad mecanizada, que es finalmente donde se distancian y diferencias las mayores oportunidades de la sociedad, del trabajo y del empleo.

 

Desde su experiencia en la educación a distancia, ¿qué recomendaciones o sugerencias podría darles a los docentes que tuvieron y tienen que adaptarse a un nuevo contexto de enseñanza virtual y se encuentran con grandes desafíos en su práctica docente?

Pasar a ser los promotores del cambio, los líderes de la transformación tecnológica, los impulsores de la innovación y la investigación, los incentivadores de la creación, y con ello los garantes más fieles de la construcción de la equidad y la solidaridad. Sin duda que somos una transición y una generación bisagra de migrantes digitales y eso nos cuesta, ya que incluso ahora los sistemas educativos siguen reproduciendo los conocimientos de nuestros pasados, pero no debemos ser nosotros los que propendamos a detener la historia, sino a alumbrar las nuevas historias.

Claudio Rama Vitale

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