Por Tasha Vignau
Licenciada y Profesora en Ciencias de la Educación
Jueves, 27 de julio de 2023
… el primer momento donde tenés que expresarte oralmente y entre comillas, corrés el riesgo de ser juzgado o corrés el riesgo de equivocarte… es en la secundaria, es en la escuela y es en la universidad. Es en esos ámbitos educativos. Entonces cuanto vos más te preparás o cuanto vos más practicás y perdés la timidez, va a ser mucho más fácil en el momento de conseguir un trabajo…”
Estudiante
El presente artículo busca poner en evidencia los modos en que la enseñanza de la oralidad en el nivel educativo universitario posibilita u obstaculiza la vinculación de los jóvenes, recientes egresados, al ámbito profesional, más específicamente a la posibilidad de acceder a mejores oportunidades laborales. Para hacer frente a esta reflexión será necesario comprender a la educación en su sentido más amplio, dado que lo que aquí se pone en juego no son los contenidos curriculares en sí, sino más bien el uso de una serie de habilidades comunicativas que dependen fuertemente de los contextos en los que los jóvenes participen.
Las siguientes reflexiones son producto, en gran medida, del análisis de una serie de entrevistas a estudiantes que integran la franja etaria entre los 22 y 26 años, egresados y futuros egresados de distintas carreras y áreas de estudio.
El que puede, puede y la importancia de tomar la palabra
Ante el relato de sus experiencias laborales, los estudiantes destacan que la oralidad juega un papel fundamental no sólo en el momento específico de las entrevistas laborales, sino también en el ejercicio de la profesión.
Además, resaltan la importancia de espacios como la escuela y la universidad donde se posibilita el uso de la palabra tanto en evaluaciones como en situaciones más espontáneas. El ámbito educativo aparece en los relatos como un primer lugar donde es posible probar, equivocarse y animarse a la situación de oralidad siendo juzgado o evaluado por el docente.
Si la universidad se presenta, al menos para los estudiantes, como el espacio privilegiado para practicar y aprender la oralidad que será posteriormente puesta en juego en el ámbito laboral, ¿qué hacemos los docentes con esa responsabilidad?, ¿qué herramientas podemos poner en juego para acompañar esa demanda?
Esta demanda está además respaldada por investigaciones como la de Cuadrado Gordillo (2005), donde se da cuenta de la incidencia de instancias de formación de estrategias y habilidades comunicacionales, en la adaptación a entrevistas laborales.
Mucho más que una cuestión teórica, lo que se aprende sobre oralidad se juega más en el campo de la subjetividad, que se hace presente en un ejercicio de toma de la palabra y en la posibilidad de habilitarse a hablar.
La universidad aparece entonces como el lugar donde uno puede y aprende a “animarse a hablar”, “decir con tus palabras”, “perder el miedo”, “participar en clase”, “no tener timidez”, tener “valentía” para hablar.
Como docentes, una primera estrategia podría ser entonces habilitar la palabra del estudiante e invitarlo a validar sus ideas y expresiones. No sólo permitirles hablar, sino dar cuenta de lo importante que es poder expresarse. Dar lugar a que los estudiantes hablen como parte del proceso de aprender a expresarse, y entender el error como instancia de aprendizaje, permite construir en la universidad un espacio de encuentro y enseñanza que excede lo curricular.
De la universidad al trabajo, más allá de lo curricular
Muchas veces las instituciones de nivel superior se cuestionan cómo sostener el vínculo con los mercados laborales, de modo que los estudiantes puedan desempeñarse en ellos. Entonces, ¿cómo podemos ayudar a prepararlos para sus respectivos trabajos? Si bien la respuesta a esta pregunta tiene un componente curricular, es decir se relaciona en gran medida con la especificidad disciplinar, también implica la enseñanza de otras competencias transversales tales como la oralidad y la discursividad.
… qué podemos decir de nosotros porque la primera entrevista normalmente es el colador, es una presentación de nuestras actitudes y aptitudes frente al desempeño de un puesto laboral determinado al que estamos postulándonos, y es el momento en que nos tenemos, entre comillas, que vender. Horrible suena, pero es la realidad y es como el planteo que te realizan los equipos de recursos humanos para ver si te compran o no, para quedar en ese puesto laboral.”
Estudiante
Claro está que las instancias de habla en la universidad poseen características distintas a las de los ámbitos laborales, pero ello no quita la posibilidad de desarrollar estas competencias que favorezcan el desempeño de los futuros egresados. El desarrollo de la oralidad, la capacidad de argumentación y la posibilidad de darse a entender, constituyen aprendizajes fundamentales para cualquier ámbito de la vida de los estudiantes.
A lo largo de las trayectorias educativas, en los distintos niveles, es posible observar multiplicidad de propuestas curriculares ampliamente desarrolladas que focalizan en la enseñanza de la lectura y la escritura, pero ello parece no ocurrir con la enseñanza de la oralidad. Ésta aparece poco, de modo explícito, en el nivel inicial y primario y se va desdibujando progresivamente conforme nos aproximamos al nivel universitario. Ello representa una dificultad en experiencias laborales posteriores, y como bien menciona Cuadrado Gordillo “… las dificultades de expresión, la escasez de vocabulario, el desconocimiento del idioma o la tergiversación de la información, (…) hacen peligrar el éxito de la entrevista y, consecuentemente, su inserción laboral” (2005, p. 352).
Sólo habla el profe
Por otro lado, se erige aquí la figura del docente como el único actor universitario capaz de habilitar, corregir y enseñar sobre la palabra de los estudiantes. Quien maneja la oralidad es el docente.
¿De qué modo entendemos la clase? ¿Podríamos formular otras formas de enseñanza más allá de las clases magistrales? ¿En qué momentos les damos la palabra a los estudiantes? En este sentido, es posible pensar el vínculo existente entre las modalidades didáctico-pedagógicas, las que los docentes trabajan y los modos de oralidad que construyen o posibilitan en el aula.
Los espacios de habla que construimos en las clases forman en los estudiantes un modo de estructurar la comunicación que probablemente trasladarán a otros ámbitos como el laboral, por lo que reflexionar sobre las modalidades de enseñanza no es un tema menor.
Cabe resaltar que, además de las instancias áulicas, existen en las universidades otros espacios de encuentro como talleres, capacitaciones o proyectos de extensión que podrían constituirse en ámbitos de fortalecimiento de la oralidad. Es importante cuestionarnos entonces de qué modo son significados estos espacios dentro de la propia universidad y qué es lo que se construye en cada uno de ellos tanto subjetiva como colectivamente. Esto es importante porque los espacios que exceden la clase también invitan a distribuir la palabra de otras formas, donde el docente no dirige ni ordena los diálogos y donde la expresión puede construirse a partir de otros modos de encuentro.
Hablemos de hablar y algunas reflexiones finales
Preparar a nuestros estudiantes para su inserción en los ámbitos laborales es un objetivo claro de nuestra labor docente, pero para ello hace falta comprender a la educación y al desempeño profesional en términos amplios, considerando no sólo los contenidos de cada carrera sino también las competencias transversales claves para trabajar. Entre ellas, la capacidad de expresión oral es un rasgo que no debería pasar desapercibido y que puede desarrollarse a lo largo de todos los espacios curriculares en una carrera universitaria. El uso de la voz es también un objetivo de formación y sobre ello los docentes podemos profundizar en la reflexión y construcción de herramientas y metodologías para que el aprendizaje de contenidos movilice también la palabra.
Referencias bibliográficas
- Cuadrado Gordillo, I.; Ramos Sánchez, J. L.; Fernández Antelo, I. (2005) La mediación semiótica en el proceso de inserción laboral. Revista Káñina, vol. XXIX, núm. 2, pp. 351-368. Universidad de Costa Rica San José, Costa Rica. https://www.redalyc.org/pdf/442/44248776012.pdf
Agregar comentario