Entrevista a Hernán Aldana Marcos
Aunque desempeña las tareas de gestión universitaria con éxito, su principal fortaleza es la capacidad de explicar lo difícil de manera fácil porque se considera a sí mismo “un apasionado docente”. Siendo investigador en neurociencia durante muchos años, desde hace más de una década se dedica a divulgar la aplicación de las neurociencias para enseñar, aprender o estudiar a docentes y alumnos del secundario y de la universidad. Esta experiencia pedagógica lo ha llevado a ser invitado como expositor en Congresos de Argentina, Chile, Costa Rica, España, Perú, Guatemala, México y Colombia, así como a realizar varias charlas TEDx.
Desde que inició la cuarentena, son muchas las palabras que fueron apareciendo en los escenarios sociales, entre las que se encuentra “el fin de las certezas”. Si tomamos esta expresión con respecto al acto de enseñar y aprender, ¿cuáles serían las certezas que hoy se cuestionan y cuáles sus estrategias superadoras?
Es muy simple: todos teníamos más que claro la importancia de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) como herramientas pedagógicas, pero esta pandemia nos sentó a usarlas, en forma continua, a la mayoría de nosotros, sin una buena preparación. Este hecho de enfrentar de golpe algo nuevo generó ansiedad e incertidumbre.
Carina Maguregui, bióloga, escritora, productora y editora de contenidos digitales, menciona que estamos en un presente expandido: “Más allá de las particularidades locales y regionales, el presente expandido se perfila con la forma de emergencias a repetición. Ahora es el coronavirus, hoy-mañana-pasado crisis económicas catastróficas, en cinco años el colapso de los sistemas sociopolíticos, en veinte el aumento crítico de la temperatura y así́ podríamos seguir especulando”.
Este es nuestro mundo actual volátil, incierto, complejo y ambiguo, donde las certezas dejan de serlo. La educación obviamente es atravesada por esta realidad cambiante e incierta en donde la certera toma de decisiones y la creatividad deben estar siempre listas en un docente de este siglo.
La certeza de que sólo se puede enseñar muy bien en el materialismo presencial de un aula, ya hace mucho que no es nada cierta. Sí me parece necesario en el nivel inicial, primario y hasta el secundario ya que allí se adquieren cientos de aprendizajes socioemocionales importantes para la vida. Por lo tanto, la forma virtual de enseñanza aprendizaje funciona más que bien y sobre todo a nivel universitario. Quizás, si solo consideramos enseñanzas asincrónicas nos está faltando la interacción grupal mental entre los estudiantes y los docentes, tan necesaria para un aprendizaje de calidad. Pero hoy la tecnología nos permite clases en vivo sincrónicas con todas las capacidades dinámicas de un buen trabajo áulico interactivo. Es más, podría decir, por mi experiencia personal en todo este tiempo, que la virtualidad aumenta la participación de los estudiantes y más cuando entre ellos hay algunos tímidos.
Tenemos que considerar que, para muchos de nosotros, nuestra forma de ser docente es una forma heredada. Pedro Morales Vallejo, profesor emérito de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de Comillas, menciona que nuestra imagen de lo que es ser profesor, es una imagen heredada; más o menos hacemos con nuestros alumnos, mejor o peor, lo que hemos aprendido de otros en nuestra propia experiencia como estudiantes. Incluso es posible que hagamos con ellos lo mismo que hemos criticado en nuestros profesores. Al entender la idea de Morales Vallejo, deberíamos agregar que quizás esas imágenes o modelos mentales guardados en nuestro interior servían en nuestro mundo aula del siglo XX. Pero ya no nos funcionan en este nuevo mundo aula del siglo XXI. Además, deberíamos agregar que los docentes se enfrentan a grandes retos como la “distracción digital”, la “sobre-estimulación”, el mal de la “inmediatez”, el “exceso de contenidos” y una generación con grandes dificultades a la hora de almacenar datos enciclopédicos (¿para qué si todo está en Google?). Por lo tanto, continuar con modelos docentes anteriores no nos va a funcionar.
Por otro lado, como dice Stanislas Dehaene, exdirector de investigaciones en el Inserm (Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica francés), actual profesor en el Collège de France, nadie nos explicó las reglas que hacen que el cerebro memorice y comprenda o, por el contrario, olvide y se equivoque. Es una pena porque los datos abundan. Hoy hay muchísimas certezas del saber aprender que aporta la investigación científica. Enseñar conociendo estos aportes, sin lugar a dudas, mejora el clima, la participación, el entendimiento y el aprendizaje.
A partir de la expresión por usted acuñada en una de sus charlas: “Nuestro nuevo mundo aula” en clara alusión a una reconfiguración del espacio escolar en el hogar, ¿qué actitudes y acciones sugiere para manejar los niveles de frustración y ansiedad a los que nos encontramos permanentemente expuestos los docentes?
Cuando los estudiantes caminan hacia la Universidad, hacia las escuelas, su cuerpo y su mente se van preparando para el mundo aula material. Se saludan, se ríen, se huelen, se cuentan cosas, se miran. Todo esto falta en esta realidad virtual. Por lo tanto, es necesario desarrollar introducciones a la clase virtual mucho más extensas, en donde nos saludamos, nos miramos e interactuamos. Debemos relajar la mente encerrada de nuestros estudiantes, hacer espacio para lo que queremos que entiendan y luego aprendan. Nada se oirá o se verá en una mente de un alumno o alumna rumiante de pandemia y lo que no se oye o no se ve, no se entiende y menos se aprende.
Tener en cuenta el estado emocional de los estudiantes es primordial, siempre y cuando, no tengamos una excesiva cantidad de ellos como ocurre en muchas Universidades Nacionales en la que este accionar es imposible.
Utilizar muchísimo la retroalimentación positiva específica con los estudiantes que aportan y participan en las clases, es algo esencial. Ahora es muy fácil ver quiénes son ya que las aplicaciones nos muestran sus nombres. La retroalimentación positiva motiva más a los otros estudiantes que al que ha recibido la felicitación ya que todos querrán ser tratados de la misma manera. Por otro lado, es importante no olvidar el humor continuo en la medida de lo posible.
Por último, agregar evaluaciones diagnósticas formativas continuas, para que los errores sean arreglados, con tiempo, mucho antes de la evaluación numérica final. Las malas notas y la falta de comprensión de los temas que se dan en clase, son dos hechos muy desmotivadores.
En sus charlas usted advierte sobre la importancia de conocer el funcionamiento del cerebro para poder enseñar. ¿Cuáles serían las claves para entender este funcionamiento?
Para Stanislas Dehaene el aprendizaje permite que el cerebro atrape una porción de la realidad que antes le era ajena y la use para construir un nuevo modelo del mundo. Como gran parte del aprender tiene lugar en la cabeza, en nuestro cerebro, los aportes de la neurociencia son de gran utilidad para sumar al trabajo interdisciplinario sobre la didáctica. Sin embargo, es más que útil señalar que mirar el cerebro no es mirar al alumno ni a la alumna, ya que nos falta también analizar su relación y su situación. En total acuerdo con Daniel Brailovsky, Doctor en Educación, para poder mejorar la enseñanza debemos unir los aportes de la neurociencia dentro del marco cultural, ideológico, político y social de los estudiantes. Por esa razón, la neurociencia representa sólo una parte del fundamento científico sobre el que se deberían edificar las teorías didácticas modernas.
La neurociencia actual puede ver el funcionamiento del sistema nervioso incluso dentro de un aula, no sólo mediante equipos tecnológicos, sino también mediante la observación atenta de los estudiantes y su actividad. Hoy abundan los trabajos científicos con miles de alumnos y alumnas en las aulas en donde se analizan funciones ejecutivas tan importantes como la atención, la metacognición, el control de sus emociones y la memoria de trabajo. Se ha comenzado a entender el gran impacto del sueño en el aprendizaje. Entre otros grandes descubrimientos se están comprendiendo las fases del desarrollo cerebral, en qué momentos las regiones cerebrales implicadas en el proceso de aprendizaje son óptimas para aprender lenguaje, matemáticas, lógica, entre otras.
Existen excelentes docentes que brillan en un aula sin saber cómo funciona el cerebro, demostrando entonces que quizás no sea necesario conocer estos contenidos para una didáctica eficaz. Estoy muy de acuerdo con eso, pero creo que esos excelentes docentes cuando participan en capacitaciones de neurodidáctica salen aún mucho mejores y comprendiendo quizás el porqué de sus logros áulicos.
La clave está en formarse a través de cursos o ser autodidactas y leer la extensa bibliografía científica relacionada con la neuroeducación, con innumerables aportes para la docencia. Existen varias revistas de investigación sobre esta temática.
En este momento especial de continuidad pedagógica a través de las tecnologías, los docentes hemos tenido que replantearnos los modos de enseñar a los que estábamos acostumbrados en el aula. Uno de los aspectos principales sobre los que hemos tenido que reflexionar es la reconfiguración de los contenidos. ¿Qué decisiones cree usted que debemos tomar al momento de seleccionar y transmitir los contenidos del programa?
Todos los docentes universitarios estamos atrapados en un exceso de contenidos asombroso y grosero. Lo peor es que, dichos contenidos surgieron, en muchos casos, tras extensas reuniones de académicos en encuentros en donde se fijaron los estándares de acreditación de las diferentes carreras. Es una lástima que nadie sincere la realidad que, incluso en un aula clásica presencial, es imposible poder enseñar todo lo que estipula la currícula. Desde que ponemos un pie en el aula, sentimos que no llegamos a dar todo lo pretendido en el cronograma. Por eso disminuimos la participación de los estudiantes con el maldito fin de escupir todo lo más rápido posible y sacarnos la pesada mochila y sentir por dentro el peor pensamiento “Yo, al tema lo di. Si ellos no lo saben, no es por mi culpa”.
Por suerte hay también muchos docentes que tienen claro que es preferible menos y bien que mucho y mal. Jamás entenderé la necesidad de tener que dar toda la currícula. Muchos de los contenidos pueden ser leídos, entendidos y discutidos entre los estudiantes, sin la participación de los docentes. Si luego de un semestre entero o en el caso de una materia anual no hemos logrado que adquieran un pensamiento crítico de nuestra asignatura estamos fracasando totalmente en nuestra didáctica. Por lo tanto, las buenas materias pueden dejar contenidos para el análisis y la consideración del estudiante por su cuenta, siempre brindando la posibilidad de poder expresar sus dudas antes de las evaluaciones.
Es tiempo de dar los temas más importantes y relevantes. Son preferibles las clases magistrales interactivas, con participación activa, que la clase magistral tipo monólogo. Amo las palabras de Gabriel Ferraté, Rector de la Universidad Abierta de Cataluña, “No quiero profesores que enseñen, sino alumnos que aprendan”.
En la virtualidad, es más difícil dar todos los contenidos, o mejor dicho no es difícil, es inútil. La mente de los estudiantes está mucho más dispersa. La atención y la motivación intrínseca es terriblemente difícil de mantener. Por lo tanto, la necesidad de replantearnos los contenidos es aún más imperativa. Es necesario incluir evaluaciones diagnósticas continuas para asegurarnos que el contenido dado fue entendido. Estas evaluaciones nos quitan horas de clases, pero nos suman horas de feedback y corrección de errores.
En sus publicaciones y demás conferencias usted alude a la importancia de promover en los estudiantes un aprendizaje activo, y de esta manera desarrollar en ellos la motivación y el interés por aprender. ¿Qué orientaciones nos daría a los docentes a los fines de promoverlo a través de las actividades de aprendizaje?
El aprendizaje activo es simplemente la interacción del estudiante con lo que tiene que aprender.
Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE, menciona que está muy claro que a los docentes nos encanta hablar. Entre el 70% y el 80% del tiempo en el aula los docentes están hablando. Cuando se cede el protagonismo al alumno y éste participa de forma activa en el aprendizaje su rendimiento aumenta por lo que, en la práctica, deberíamos invertir los roles y hablar menos, pero escuchar más. Un metaanálisis muy extenso demostró un 50% más de estudiantes aprobados con el uso de aprendizaje activo, frente a la clase magistral tipo monólogo (tan presente en las aulas universitarias).
El aprendizaje es mejor si se puede generar la información objetivo a partir de la memoria, y no porque se lo ofrece otra persona. Cuando el estudiante participa activamente podemos saber sus conocimientos previos, sus intereses, sus capacidades, sus debilidades y sobre todo sus ERRORES para corregirlos con un buen feedback mucho antes de las evaluaciones numéricas.
Para aprender el cerebro debe, en un comienzo, formarse un modelo mental hipotético del mundo exterior y luego proyectarlo sobre su entorno y comparar sus predicciones con lo que recibe de los sentidos. Implica una postura activa, comprometida, atenta.
Aprender con eficacia requiere rechazar la pasividad, motivarse, comprometerse, explorar, criticar, crear y equivocarse. Siempre con la guía y ayuda de un docente.
Es muy simple promover el aprendizaje activo, entre otras estrategias está la toma de apuntes (sintéticos y creativos), la participación con preguntas y respuestas, el trabajo grupal, dibujar, que den clases expositivas, que rían, se enojen con situaciones profesionales, que critiquen, que se equivoquen, entre tantas otras.
La toma de apuntes a mano y no con computadoras personales es una de las mejores formas de estimular la mente sintética y el pensamiento crítico. Además, mantiene la atención en la clase. Esta toma de apuntes puede ser estimulada aprovechando la personalidad estratega general de los estudiantes, dejándolos concurrir a los exámenes con sus apuntes. Obviamente, se les debe permitir completarlos en sus casas con los libros y además, el día del examen, un docente en la puerta debe revisar, uno por uno, si son apuntes originales (de producción propia) y no fotocopias.
Recordemos entonces que: El estudiante debe hacer lo que tiene que aprender a hacer.
Para finalizar, lo invitamos a compartir con nosotros cuáles serían para usted las competencias fundamentales que deberíamos desarrollar los docentes para “sobrevivir el aula” como usted supo decir en alguna de sus presentaciones.
Muchos de los docentes habrán aprendido que la tecnología usada en la virtualidad es solo una herramienta más, cuyo éxito o fracaso depende de la forma en que la usemos. También, los que las hayan usado con éxito, habrán comprendido que son herramientas útiles para el aprendizaje. Esta educación en pandemia nos posibilitará un futuro de enseñanza mixto, con clases presenciales y virtuales.
Además, hemos aprendido que el tan usado constructo “nativos digitales” hoy en día ha demostrado ser falaz y que, de modo alguno, los jóvenes estudiantes de todas las edades tienen un manejo crítico, reflexivo y de acuerdo con el contexto, de herramientas/medios/entornos tecnológicos. A los estudiantes les falta manejo e información y, al igual que a la mayoría de los docentes, esto también les genera incertidumbre y frustración.
Este es un momento único que nos une a todos en un mismo barco. Por lo tanto, en la virtualidad o en la vuelta a la presencialidad, es un momento para REPENSAR LA EDUCACIÓN, para experimentar, probar, errar, crear, flexibilizar los tiempos y contenidos. Este es realmente un momento único para intentarlo.
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