Por Marcelo Hangshel Pentimalli
Esp. en Enseñanza de las Ciencias Sociales (UNC)
Lic. en Gestión de las Instituciones Educativas (UBP)
Integrante de un equipo de investigación en UBP
Jueves, 6 de octubre de 2022
Comparto aquí algunas reflexiones sobre la vuelta a las aulas a partir de mi experiencia como docente de nivel superior y de las vivencias compartidas por estudiantes del profesorado y sus prácticas docentes.
Ya a inicios de la pandemia, en 2020, surgían diversos análisis sobre cómo las instituciones educativas enfrentaban este reto en todos los niveles educativos: dar continuidad pedagógica a las trayectorias escolares de los estudiantes. Y sabemos que se realizó un gran esfuerzo por parte de los equipos de gestión educativa, docentes, estudiantes y sus familias.
Luego de dos años singulares, estos actores educativos celebraban la vuelta a las aulas. Estudiantes que reconocían las caras de sus docentes ya que, durante un largo tiempo, fueron una “imagen en movimiento” a través de los sistemas de videollamadas que se utilizaron. Aunque no sucedía lo mismo con algunos estudiantes, debido a que la mayoría se conectaba con la cámara apagada y el docente veía solo “cuadros grises” que se movían cuando se les preguntaba algo.
Más allá de la cuestión sobre la cámara prendida/apagada, es innegable que en el periodo de pandemia los docentes se desafiaron en aprender nuevas herramientas tecnológicas para poder dar sus clases e incluso vencieron resistencias que, en otro contexto, ni lo hubieran pensado. Incluso, los propios estudiantes, sobre todo en el nivel superior -en donde me desempeño- han manifestado haber aprendido a utilizar aplicaciones que desconocían. Y lo más valioso: lo hicieron de manera colaborativa.
Aun así, en 2022 muchas instituciones educativas volvieron a la “normalidad” abarrotadas con tareas pendientes, intentando retomar la misma dinámica de 2019. Y varios docentes continuaron con sus planificaciones “tradicionales” en un complejo contexto “asténico” (debilidad o fatiga general que dificulta o impide realizar tareas que se hacen fácilmente en condiciones normales) que se manifiesta en las aulas con estudiantes cansados que no logran concentrarse más de veinte minutos si la propuesta no incluye algo en movimiento o moverse.
Era previsible, quizás todas las energías fueron puestas en cómo llevar adelante la continuidad pedagógica en pandemia y en la reapertura de los establecimientos educativos se naturalizaron los “modos de hacer” (que se venían haciendo) con foco más bien en lo aparente que a lo reflexivo. Se manifestaron las “teorías implícitas” de Philip Jackson (2002) que, respecto a los docentes en particular, suponen esas ideas previas construidas a lo largo de su escolarización, formación y trabajo docente y que marcan las actitudes y respuestas ante diversas situaciones.
En Pensar los vínculos en tiempos de pandemia: la escuela como un lugar de cuidado (2022), se propone que “más que reconstruir una supuesta ‘normalidad’ -que se liga a pensar el dispositivo escolar en términos de homogeneidad-, la apuesta será la de armar ‘lo común’”. En ese material, María Beatriz Greco define lo común como “una construcción inacabada entre aquello que es para todos/as y que, a la vez, los/as diferencia, no sólo distingue, sino que produce singularidades (…) lo común no es lo homogéneo ni lo idéntico que intenta normalizar subjetividades y trayectorias (…) En lo común se configura un espacio de relaciones, lazos, búsquedas colectivas que demandan un trabajo compartido, lo que no implica que se borren diferencias y especificidades”.
Cabe preguntarse, en el ámbito del aula, cómo se reconfiguraron esas singularidades durante la pandemia, qué perfiles de estudiantes vuelven a las aulas y si los docentes cuentan con las herramientas necesarias para adaptar sus propuestas pedagógicas al estudiante de hoy. Recordemos que no pasamos meses en pandemia, ni siquiera bimestres, trimestres, semestres o un año: atravesamos dos largos años, cada uno con sus características, por supuesto.
En uno de los espacios curriculares que tengo a cargo en un profesorado, abordamos diferentes problemáticas e interpretamos cuáles son los principales desafíos asociados a ellas. Muchos/as estudiantes de ese espacio comparten que en sus prácticas vivencian lo mencionado: en las aulas, estudiantes por momentos cansados y distantes y, por momentos inquietos hablando entre sí con un tono elevado de la voz; docentes “anestesiados” haciendo todo lo posible para llevar adelante una clase; y, equipos de gestión corriendo por los pasillos agobiados con diversas actividades tratando de “recuperar” la normalidad tan anhelada…
Por supuesto, aclaro que esta visión puede resultar sesgada si la restringimos a experiencias particulares. Si bien puede representar la dinámica de muchas instituciones, también podemos encontrar casos diferentes. Acuerdo con Greco cuando dice que lo común tiene que ver con lo que es para todos/as y sus singularidades.
También merece una referencia el cómo se ha reconfigurado el escenario donde se dan actualmente las prácticas docentes y de gestión, cómo ha impactado la pandemia en la cultura de las instituciones educativas. En Las instituciones educativas. Cara y Ceca se define a la cultura institucional como:
Aquella cualidad relativamente estable que resulta de las políticas que afectan a esa institución y de las prácticas de los miembros de un establecimiento. Es el modo en que ambas son percibidas por estos últimos, dando un marco de referencia para la comprensión de las situaciones cotidianas, orientando e influenciando las decisiones y actividades de todos aquellos que actúan en ella.
(Frigerio G., Poggi M., Tiramonti G.; 1992 p.35)
Las autoras se refieren a la cultura institucional metafóricamente como “el escenario, la obra que se representa, el telón y el fondo de las actividades de una institución”. En ese sentido, con el cierre de los establecimientos, podemos decir que el escenario se trasladó a los hogares de los agentes educativos. Si vale el paralelismo, es lo que Netflix supuso al cine. Es decir, antes se concurría a un espacio fuera del hogar para ver una película y hoy esa película puede verse en casa. Es más, el sistema on demand brinda una amplia gama de posibilidades de películas para elegir en la plataforma.
En las instituciones educativas: ¿Se volvió al “cine tradicional” pero los/las estudiantes quieren elegir la película? ¿Se volvieron a gestionar esas instituciones como el “cine tradicional” en un contexto “on demand”? Quizás la incertidumbre del periodo pandémico fue lo que hoy es una dinámica ajetreada en este primer año de vuelta a la presencialidad.
Pareciera que “no pasó nada”. Respecto a esa idea, Inés Dussel (2021) sostuvo “yo no estoy de acuerdo, me parece que hay que reconocer lo que se hizo, con sus dificultades y también (…) aprender de eso que se hizo, hay cosas que pasaron que no son todas negativas y me parece que ayudan a pensar qué es y qué hace la escuela”.
Se necesita revisar lo “relativamente estable” del concepto de cultura institucional, cómo es la percepción actual de los actores educativos y cómo ha influido la pandemia en la institución, en las actividades y en el sistema de toma de decisiones. Cómo se ha transformado lo aparente a partir de una transformación de aquellos supuestos básicos que caracterizan a la dinámica de la gestión. Implica, también, visibilizar aquellos conflictos que persisten y otros tantos que han aparecido con lo vivido.
Rebeca Anijovich anticipó a fines de 2020 que “para poder pensar en el 2021 no hay manera de revisar el futuro si no miramos y revisamos primero lo transcurrido (…), si no revisamos qué queremos mantener, qué queremos innovar, qué queremos dejar de hacer y eso tiene que ver con nuestra participación en esa escuela, y digo escuela como institución cualquiera sea el nivel (…)”.
Los últimos meses del calendario académico de 2022 nos invitan a “bajar un cambio” y mirar lo común en un trabajo compartido a partir del análisis institucional para revisar qué se hizo, que perduró y qué puede implementarse para mejorar la gestión educativa teniendo como objetivo el enriquecimiento de las prácticas docentes, lo que da sentido a la vida en las aulas.
Referencias bibliográficas
ANIJOVICH, Rebeca (2020): Nuevos escenarios para enseñar. Canal: Educar Portal. Publicado el 30 nov 2020. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=un2ltfiBhRk
DUSSEL, INÉS (2021): Reflexiones sobre las escuelas en la pandemia. Conferencia recuperada del canal de YouTube de la UIPE (Universidad Pedagógica Nacional). Publicado el 19 mar 2021. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=b5_9aLWM7Yc
FRIGERIO, Graciela, POGGI, Margarita y TIRAMONTI, Guillermina (1992): Las instituciones educativas. Cara y ceca. Troquel. Buenos Aires.
GRECO, María Beatriz (2022) en Ministerio de Educación de la Nación Argentina. Pensar los vínculos en tiempos de pandemia: la escuela como un lugar de cuidado. 1a edición. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación. Libro digital, PDF/A
JACKSON, Philip (2002): Práctica de la enseñanza. Bueno Aires: Amorrortu.
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