Pedagogía

Open-air schools, écoles de plein air, escuelas al aire libre. Una mirada histórica

Por Diana Gonçalves Vidal
Doctora en Historia de la Educación
Universidad de São Paulo

Campus de la Universidad Blas Pascal. Noviembre de 2019.

Después de casi siete meses de aislamiento social con la suspensión de las clases presenciales de educación básica, estudiantes, padres, docentes, gestores públicos y dueños de establecimientos privados discuten el posible regreso a las aulas. Los argumentos son de los más diversos: van desde una sincera preocupación por el aprendizaje de los niños y adolescentes, así como por su salud mental, la angustia por la incapacidad de reemplazar la práctica docente en el ámbito familiar, la necesidad de padres, madres o tutores de volver al trabajo, o la crisis financiera de algunas instituciones privadas. Asimismo, el temor a una nueva ola de contagio, desencadenada por el regreso a la interacción presencial de millones de estudiantes, genera ansiedad y divide opiniones.

Desde hace unos 10 años, la historia de la educación se ha sensibilizado a la cuestión de las emociones, eso significa que el dilema actual no es un tema menor, sino un problema relevante, que debe afrontarse con seriedad. Al mismo tiempo, permite reconocer en episodios del pasado de la educación, situaciones que guardan semejanzas. Si retrocedemos en el tiempo a más de 100 años, encontraremos una discusión semejante. No me refiero al COVID-19, una novedad del siglo XXI, sino a la tuberculosis. Así pues, podemos cotejar los diferentes ritmos del descubrimiento de las vacunas. Mientras que la B.C.G. comenzó a aplicarse en 1921 -diseminándose ampliamente apenas en la década de 1950-, para resolver un problema de salud que venía ocurriendo desde el siglo XIX, atestiguamos la viabilidad de una vacuna contra el Coronavirus que está siendo desarrollada en menos de un año. De esta forma, aunque la angustia y la ansiedad de la sociedad no sean iguales en términos de duración, sí lo son en términos de intensidad.

Mientras no se encontraba la vacuna y para no excluir a la población en edad escolar de la asistencia a la escuela, apareció una iniciativa en 1904 en Alemania y Bélgica: las écoles de plein air que se conocieron en los países de habla inglesa como open-air schools, en Brasil como escolas ao ar livre y en Argentina y Uruguay como escuelas al aire libre. El movimiento tuvo repercusión mundial y en 1922 se celebró en la ciudad de París el I Congreso Internacional de Escuelas al Aire Libre. En él, “la escuela al aire libre se definió como una institución médico-pedagógica para niños en edad escolar que debería conciliar las necesidades orgánicas de quienes se encuentran en un estado de salud más frágil y que tienen necesidad de instrucción, adoptando una categorización en cuatro términos: clases al aire libre, escuelas al aire libre tipo externados, escuelas al aire libre tipo internados y preventorios”, explica el investigador André Dalben en un artículo publicado en Educação em revista, en 2019.

La propuesta fue una respuesta a las preocupaciones de los trabajadores de la salud y educadores comprometidos con los movimientos anarquistas y socialistas que identificaron como causas del aumento de las enfermedades y la alta tasa de mortalidad infantil a las condiciones de vida a menudo deplorables de las clases populares en las grandes ciudades. Al mismo tiempo, estaba en consonancia con las propuestas de la Escuela Nueva, especialmente en lo que respecta al contacto con la naturaleza y el campo. En este sentido, se incorporaron rápidamente acciones al repertorio de los escuelanuevistas que se desarrollaron en varias ciudades del mundo, no necesariamente restringidas a lo que, en su momento, se denominó débil físico y mental; sino, como una solución que pudiera servir a toda la población infantil, al brindar la oportunidad de ejercicio físico saludable asociado al desarrollo mental e intelectual, permitiendo la formación integral del alumno, a través de métodos activos.

En Argentina, el Monitor de la Educación, en un artículo publicado en 1924, por ejemplo, estimaba que las funciones de la escuela al aire libre eran de carácter pedagógicas, sociales y de salud. Como función pedagógica, señalaba la importancia de que la cultura intelectual fuese acompañada de cultura física; como función social, destacaba la necesidad de desarrollar el amor universal y superar el aislamiento de los individuos; como función sanitaria, recordaba la máxima de que es mejor prevenir que curar.

Para viabilizar esta relación con el exterior, las escuelas al aire libre utilizaron mobiliario versátil, compuesto por sillas, mesas y pizarras ligeras y portátiles. Los propios alumnos y profesores llevaban los muebles y montaban las clases debajo de los árboles o donde encontrasen que era más adecuado ubicarlas para el aprendizaje. Las fotos remanentes de estas experiencias son evocadoras y nos invitan a pensar en otras formas de enseñar y aprender que van más allá del continente de las aulas. En estas imágenes, no tenemos que ser confrontados con el uso de máscaras y protectores faciales por parte de los niños, ni vemos placas de acrílico separando mesas, como en las fotos de las escuelas atuales.

Escuela al Aire Libre No.1 en Montevideo, década 1910-1920 aprox. Fuente: https://cdf.montevideo.gub.uy/fotosexposicion/21014?page=34

Quizás estemos tan apegados a las soluciones empresariales/corporativas, diseñadas para adultos que trabajan, que no podemos reconocer la insuficiencia de estas medidas para los estudiantes en los primeros años de la educación básica. Quizás los espacios escolares se han reducido tanto que la unidad básica de la clase aparece como la única posibilidad de enseñanza presencial, impidiéndonos explorar otras alternativas. Pero, si varias investigaciones actuales demuestran que la pandemia de COVID 19 no será la única a la que nos enfrentaremos en los próximos años, dada  la progresiva devastación del medio ambiente, y si sabemos que el contagio es mucho menor en espacios abiertos, ¿por qué no considerar el aire libre como una opción? No solo para responder a los desafíos de la salud, sino como una pedagogía que, utilizando métodos activos y entornos abiertos, como parques y plazas, se convierta en una forma para que estudiantes y profesores se reconecten con el mundo exterior más allá de los muros escolares y como estímulo para una verdadera educación ambiental.

Campus de la Universidad Blas Pascal. Noviembre de 2019.

 

Bibliografía

DALBEN, André. Escola de aplicação ao ar livre de São Paulo. Open-air school of São Paulo. Educ. rev., Belo Horizonte, v. 35, e219650, 2019. Disponible en: http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0102-46982019000100802&lng=en&nrm=iso consultado el 21 de julio de 2020. Epub Sep 12, 2019. http://dx.doi.org/10.1590/0102-4698219650

Diana Gonçalves Vidal

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